En sus inicios, la migración al noroeste del país y a los Estados Unidos para trabajar en los campos agrícolas fue una estrategia para completar los ingresos de las familias, pues los estragos de la reducción del crédito estatal y la pulverización del ejido eran ya evidentes. Sin embargo, a principios de la década de 1980 se convirtió en una condición sine qua non para sobrevivir. A partir de entonces se dio la llamada feminización del jornalerismo, que significó la abrumadora participación de las mujeres en el empleo agrícola asalariado migrando masivamente a las rutas que llevan al noroeste. En la actualidad, las mujeres mixtecas no sólo han feminizado el trabajo en el campo y participan a la par que los hombres en la migración internacional en circunstancias de irregularidad, sino que paralelamente siguen diversificando e intensificado sus actividades para ganarse el sustento en una amplísima gama de actividades informales marginales.
Las mujeres mixtecas, aquéllas que trabajan temporalmente en la agroindustria, que participan en la migración y en las actividades informales en sus comunidades, se sitúan en el sector más marginado de la población rural. Sus condiciones de vida y de trabajo son las más bajas a nivel nacional; tienen el más alto nivel de analfabetismo y el menor acceso a servicios básicos; su pago es a destajo y no cuentan con prestaciones de ley. Su éxodo se agudiza y acelera día con día, no sólo por la imperiosa necesidad económica, sino también por la falta de garantías individuales y la violación de sus derechos humanos en las zonas donde habitan, lo que las coloca en una situación de gran vulnerabilidad. Lo más preocupante es que ni el trabajo temporal en el campo, ni la gama de actividades informales que despliegan para obtener ingresos, ayudan a que su situación se modifique de manera substancial.
LOCALIDADES…con Gabriela Salazar:feminización del jornalerismo
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