miércoles, 23 de diciembre de 2015

“Una historia de grandes expectativas”

Salvador López Santiago


El 21 de diciembre de 2015, el Presidente de la República nombró a Rafael Tovar y de Teresa como el primer Secretario de Cultura que habrá en nuestro país. En palabras del titular de dicha dependencia, la misma tiene como propósito hacer “que todos los mexicanos se enorgullezcan y participen de su cultura”, aspecto que se traduce en retos de dimensiones mayúsculas debido a la riqueza cultural de nuestro país.


 


Bajo esta tesitura, es oportuno hacer algunas precisiones en relación a la recientemente creada Secretaría de Cultura que sustituye al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). En este orden de ideas, un primer aspecto a considerar es que a través de reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y otras 19 leyes, se reorganiza el sector para que éste sea más óptimo, eficaz, eficiente y transparente.


 


En palabras del Secretario de Educación Pública, el objetivo de transformar al Conaculta en Secretaría de Educación, estriba en hacer “que la cultura tenga el lugar político que merece, el de una dependencia de estado y que tenga el peso y la eficacia que merece”. No se trata de un simple cambio de denominación, sino que más bien, constituye el punto de partida para llevar a cabo la transformación del sector cultural del siglo XXI en México.


 


Por si esto no fuera suficiente, es importante tener en cuenta que las modificaciones hechas al marco jurídico, permiten hacer correlativo el tratamiento que le corresponde a la nueva Secretaría respecto de la Secretaría de Educación Pública. Lo anterior, sin necesidad de crear nuevas burocracias, es decir, sin erogación adicional alguna en virtud de que se aprovecharán los recursos humanos, financieros, materiales y tecnológicos del Conaculta.


 


Asimismo, los derechos laborales de todos los trabajadores de lo que era Conaculta, así como de los demás órganos desconcentrados que ahora formaran parte de la Secretaría de Cultura, serán respetados en los términos de sus leyes, contratos colectivos o condiciones generales de trabajo. Además de la importancia intrínseca de las consideraciones vertidas, cabe señalar que no se afecta el Programa Especial de Cultura y Arte que deriva del Programa Sectorial de Educación Pública y del Plan Nacional de Desarrollo Vigente.


 


Pero más allá de las consecuencias jurídicas y políticas, la trascendencia de la nueva dependencia radica en que el fortalecimiento de la cultura -desde todas sus aristas-, es crucial para el establecimiento de condiciones de bienestar y desarrollo para todos, pues la cultura nos permite adquirir los elementos, conocimientos y experiencias necesarias para conducirnos como personas racionales, críticas y éticamente comprometidas, aspecto medular para asumir e impulsar los valores indispensables para la sana convivencia social.


 


La creación de la Secretaría de Cultura resultaba indispensable e impostergable, porque no sólo responde a las exigencias actuales del contexto nacional e internacional, sino que también da muestra de la importancia que tiene la cultura dentro de la agenda pública. En este orden de ideas, espero que la nueva dependencia cumpla con las expectativas bajo las cuales surge, y efectivamente, potencialicemos, difundamos y aprovechemos el vasto patrimonio cultural que como nación tenemos.


Twitter: @sls1103 



“Una historia de grandes expectativas”

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