sábado, 7 de mayo de 2016

MI AMIGA FIEL, SOLEDAD

 


Desde niña he tenido la sensación de estar sola en la vida. En la escuela estuve siempre apartada de mis compañeras; me sentía diferente a ellas, cuando querían jugar conmigo las rechazaba porque me sentía inferior, y por lo mismo tenía la firme creencia de que no podría ser parte del grupo que formaban.


Durante gran parte de mi vida, estos sentimientos no solo no me abandonaron, sino que con el paso del tiempo se fueron acrecentando. Desde que estudiaba la escuela primaria me comparaba con las demás niñas; al final terminaba desencantada de mí misma porque no era como lo deseaba.


Ni siquiera con mi familia me pude sentir a gusto; cuando mis primas llegaban a la casa deseando jugar conmigo, me escondía, no quería ni salir a saludarlas. Eso me hacía sentir rara y aislada, aunque interiormente siempre quise jugar y disfrutar de su compañía; quise ser feliz.


Durante mi adolescencia mi deseo se encaminó a lograr la aceptación de los demás a como diera lugar, pensando que alcoholizándome podría ser parte de algún grupo de compañeras que aliviaran mis sentimientos de soledad; lo logré parcialmente, sin embargo, llegando a mí casa y pasados los efectos del alcohol me ponía a llorar desconsoladamente, muy triste y desamparada.


Pensé que la compañía de un hombre iba a aliviar mi soledad y que si me casaba mi


vida iba a ser diferente, que de esa manera iba a encontrar mi realización como mujer. Conocí a quien consideré el amor de mi vida, me trataba muy bien, diciéndome palabras que siempre tuve el deseo de escuchar.


Esta relación la terminamos porque sentía que me moría, sin haber un motivo real; fue tanta mi desesperación porque estaba convencida de que había perdido la oportunidad de mi vida y que otro hombre como él no lo iba a volver a encontrar; me sentía tan desolada que intenté suicidarme, alarmando con ello a familiares y amigos; llorando amargamente me encerré en mi cuarto sin querer salir, ni hablar con nadie.


Fue así como llegué al “Movimiento Buena Voluntad 24 horas de Neuróticos Anónimos”, con mi vida destrozada, sin el menor ánimo de vivir, con ideas obsesivas de suicidio.


Por el día de hoy asisto regularmente a mi terapia; la obsesión por quitarme la vida ha desaparecido; me siento tranquila, puedo sonreír, tengo deseos de trabajar, ganas de vivir, de disfrutar lo que tengo, y estoy en proceso de aceptarme tal cual soy. En resumidas cuentas puedo afirmar que mi vida ha tenido cambios tan importantes que la forma de concebir el mundo que me rodea es diametralmente distinta a cuando no conocía a la agrupación.



MI AMIGA FIEL, SOLEDAD

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