Salvador López
Santiago
Opinión
Si
bien es cierto, que el sistema electoral de nuestro país es perfectible,
también lo es que en las últimas décadas se han conseguido significativos
avances para la consolidación de un régimen democrático, plural y transparente,
prueba de ello son las dos transiciones -2000 y 2012-, que de manera pacífica y
a través de las instituciones se han vivido en México. Situación que obedece,
por un lado, a cambios estructurales a la legislación en la materia (desde la
reforma política de 1977 hasta la reforma político-electoral de 2013), y por el
otro lado, a la ciudadanización de los procesos electorales mediante figuras, que
con el paso del tiempo han evolucionado, pero que mantienen su esencia como son
–Consejeros Electorales, Observadores Electorales y por supuesto, funcionarios
de casilla-.
Ante
este contexto, debido a la cercanía de los comicios a celebrarse el próximo 7 de junio considero
de vital importancia que como ciudadanos reflexionemos sobre lo trascendental
que resulta participar en el presente proceso electoral, en virtud de aunado a
su valor intrínseco, es el primero que se realiza bajo el nuevo modelo
electoral. Al efecto, es fundamental que quienes tengan el privilegio y la
responsabilidad de fungir como funcionarios de casilla, lo hagan de la mejor
manera, para ello es crucial que cuenten con los elementos y asesorías idóneas.
En
este sentido, el papel que desempeñarán los Supervisores y Capacitadores
Asistente Electorales es determinante porque además de ser el primer rostro del
Instituto Nacional Electoral (INE), esencialmente tienen a su cargo la gran labor
de convencer a la ciudadanía renuente y como su nombre lo indica, capacitarlos
para que la jornada electoral sea armónica y conforme a los principios del
instituto.
En
el actual proceso electoral, según cifras del INE se contará con 5 mil 601 Supervisores
y 33 mil 18 Capacitadores Asistentes Electorales, quienes como se ha señalado
en otras ocasiones, fueron seleccionados a través de un proceso objetivo e
imparcial en el que se buscaron competencias específicas, -liderazgo, manejo y
resolución de problemas, trabajo bajo presión, planeación, orientación al
servicio y comunicación efectiva, para los primeros, y –habilidad
instruccional, orientación al servicio, trabajo en campo, persuasión y
negociación-, para los segundos.
Para
dimensionar el valor de su función, basta señalar que el éxito del primer
proceso electoral a cargo del INE en gran medida depende de este personal, por
ello es un compromiso con el instituto, pero sobre todo, un compromiso con su
comunidad, amigos y familiares. De esta manera, es evidente que su trabajo
requiere de profesionalismo, transparencia, dedicación, objetividad e
imparcialidad, y así poder honrar y superar el legado que deja el Instituto
Federal Electoral (IFE), y más importante aún, para tener una jornada electoral
ejemplar.
Twitter:
@sls1103.
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