José Ojeda Bustamante
Opinión
La reelección en México nos da
un abanico de comentarios, tanto favorables como desfavorables; dependiendo
donde se ubican cada uno de ellos es que se matiza la información. A muchos nos
gusta el asunto de la reelección de presidentes municipales para un segundo
periodo. A diferencia de la reelección diputados, que ya la comentamos
previamente; pues con aquello de que congresistas, ya sea locales o federales,
pueden repetir en el cargo hasta por doce años, el asunto no resulta parejo. Y
en el caso de las alcaldías, sólo podrán reelegirse por la mitad de años. Lo
anterior, desde luego, en caso que el ó la munícipe en cuestión, quieran
repetir y, que además, que pasen por el tamiz –previamente- de las cúpulas de
su partido político.
Cuestión criticable es que en
la acotada reelección de las autoridades municipales, se nota a leguas que sólo
están jugando las viejas dirigencias políticas, sean del signo que sea, que
ejerzan el poder o bien simplemente usufructúen sus beneficios.
Sagaces tiburones que no se
amilanan en las más frías y turbulentas aguas, bien saben que el asunto es
causar y empujar desde arriba las corrientes políticas que les benefician. De
otra forma, la democracia anhelada por las nuevas generaciones –y que surge
desde abajo-- terminaría por imponerse. Algo terrible para el ancien
régime.
Bien saben que en el
imaginario social mexicano la reelección se vincula a un régimen dictatorial,
contrapuesto al “ahora” tradicional sistema político que permitió aspirar a los
logros sociales y económicos que el país requería, después de la revolución
mexicana.
Y entonces, lo que está
cambiando en las nuevas generaciones es la percepción con respecto a la
reelección, sobre todo en la población con niveles educativos altos; quienes
apuestan a la rendición de cuentas y a la eficiencia gubernamental, a través de
la democracia para elegir a los mejores gobernantes que den resultado,
eliminando a quienes resulten ineficientes o corruptos a través precisamente de
la reelección de los primeros. Si bien es la reelección es una forma de
referéndum o revocación de mandato, es también una forma de profesionalizar el
servicio público, de dar incentivos a los mejores gobernantes y funcionarios
públicos, que su carta de recomendación sea su trabajo desarrollado y los resultados
tangibles, perceptibles y pertinentes socialmente hablando. Y no la venia de la
franquicia partidista.
Por desgracia, de acuerdo con
los datos duros que ha presentado el Instituto de Investigaciones Jurídicas de
la UNAM, en 1998, 2003 y 2011, si bien la percepción es positiva respecto a la
reelección como mecanismo esencial para fortalecer la democracia, ha cambiado
radicalmente, aún más de la mitad de la población está en contra de la misma.
De ahí la lógica con la que la
cúpula del poder, a través de las diversas dirigencias partidistas, ofrecen la
acotada “reelección” en la competencia electoral por los ayuntamientos. Lo
hacen castigando la economía electoral, permitiendo a los legisladores (en su
papel de representantes y vigilantes de la sociedad) largos periodos en el
cargo, para controlar y encausar a las autoridades electas, realmente cercanas
y sensibles a las demandas ciudadanas, a cortos o nulos periodos de
gobernabilidad, de acuerdo con sus intereses.
Asunto sencillo. Las
decisiones seguirán siendo cupulares. En el fondo se trata que la democracia de
masas, responda al marketing impuesto desde las élites y los medios masivos de
comunicación. Así las decisiones sustanciales del país correrán de arriba hacia
abajo. Lo que los sectores ciudadanos organicen y propongan con sus autoridades
inmediatas en sus pueblos y ciudades, siempre tendrá que ser limitado y, por
desgracia, sin trascendencia.
Twitter: @ojedapepe
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