Opinión
Con el
inició de operaciones del Instituto Federal Electoral en 1990, comenzó un
cambio de paradigma en la organización de las elecciones en México, desde
entonces se han alcanzado significativos avances en nuestro régimen
democrático, los cuales buscan ser tutelados y consolidados por el Instituto
Nacional Electoral, organismo que entró en funciones en abril de 2014. Sin
duda, el éxito del IFE y la fortaleza del INE, en gran medida se debe a la
ciudadanización de las elecciones, es decir, a la participación de las y los
mexicanos.
A pesar
de que el concepto participación tiene diversas connotaciones, por regla
general se refiere a un término con propósitos transparentes (públicos en el
sentido más amplio), además de que en la mayoría de los casos se traduce en
resultados favorables para quienes están dispuestos a ofrecer algo de sí mismos
en busca de propósitos colectivos, de ahí la importancia de que como sociedad
nos involucremos en los asuntos de interés general, entre ellos los relativos a
la certeza de los resultados de la elección de nuestros representantes.
En este
sentido, la observación electoral es un mecanismo muy valioso de participación
ciudadana, al respecto la
Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, señala que se debe -contar
con credencial de elector, asistir a la capacitación correspondiente, no tener
vínculos con partido u organización política alguna, y conducirse bajo los
principios de: imparcialidad, objetividad, certeza y legalidad-. Está acción se
puede llevar a cabo en todo el país, y permite a las personas acreditadas solicitar
la información que requieran para el desarrollo de sus actividades (siempre que
no sea reservada o confidencial y existan posibilidades materiales y técnicas
para su entrega).
Asimismo, el día de la jornada
electoral, los observadores electorales podrán presentarse en una o varias
casillas, así como en las instalaciones de los Consejos correspondientes,
pudiendo presenciar los siguientes actos: instalación de la casilla; desarrollo
de la votación; escrutinio y cómputo de la votación en la casilla; fijación de
resultados de la votación en el exterior de la casilla; clausura de la casilla;
lectura en voz alta de los resultados en el consejo distrital, y recepción de
escritos de incidencias y protesta.
Aunado
a lo anterior, los ciudadanos que participen como observadores electorales podrán
presentar ante la autoridad electoral un informe de sus actividades, sin que
éstos tengan efectos jurídicos sobre el proceso electoral y sus resultados, sin
embargo, es incuestionable su función para corroborar de manera personal la
legalidad y transparencia en la jornada electoral. Finalmente, si bien es cierto que la participación ciudadana
no es suficiente para comprender la dinámica de la democracia, también lo es
que resulta fundamental para ella, de ahí la trascendencia de que la ciudadanía
se involucre en el proceso electoral.
Twitter: @sls1103.
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