Opinión
Las
tragedias –provocadas por el hombre o producidas por fenómenos de la
naturaleza-, se traducen en dolor, sufrimiento, incertidumbre, daños
patrimoniales y peor aún, en decesos y afectaciones permanentes en la salud de
las víctimas. En contraste, los momentos complejos también dan pauta a algunos
de los valores más altos del ser humano –empatía, solidaridad, convicción y
determinación-, así lo ha demostrado la historia, basta mencionar el terremoto
de la Ciudad de México del 19 de septiembre de 1985, o los fenómenos
meteorológicos de 2013 y 2014 que causaron graves estragos en diversas
entidades de nuestro país.
Bajo
este contexto, el miércoles 11 de marzo de 2015 se conmemora el décimo primer y
el cuarto aniversario de dos lamentables tragedias, la primera ocurrida en 2004
en España y la segunda en 2011 en Japón. A propósito de esta fecha, es
importante rendir un merecido homenaje a las víctimas de ambos siniestros y por
supuesto, reconocer la capacidad que mostraron para reponerse a tan terribles
hechos.
Por
lo que respecta al jueves 11 de marzo de 2004, ante lo que parecía un día
normal, se registró el denominado “atentado del 11-M”, que consistió en el
estallido de cuatro trenes de la red de
Cercanías de Madrid, el cual derivó en casi 200 fallecimientos y miles de
heridos. Por su magnitud, representa el segundo mayor atentado en Europa
durante las últimas décadas.
En
cuanto a lo acontecido el viernes 11 de marzo de 2011, el terremoto y tsunami
de Japón prácticamente destruyó por completo a esta gran nación –casi 47 mil
construcciones devastadas y más de 144 mil dañadas-, el denominado terremoto de la costa del Pacífico en la
región de Tōhoku de 2011 tuvo una magnitud de 9,0 MW (escala sismológica de
magnitud de momento) y duró aproximadamente 6 minutos. Es el terremoto más
fuerte en la historia de Japón y el cuarto a nivel mundial, provocando 3
muertes y alrededor de 300 heridos.
Dentro
de las coincidencias y divergencias que hay entre ambos acontecimientos destaca
que lejos de derrumbar a sus respectivos países, fue el punto de partida para
fortalecer su identidad nacional, y por supuesto, para demostrarle al mundo que
sin importar la magnitud de un desastre o problema, cuando existe unidad,
trabajo y valor, es asequible hacer lo que parece imposible.
Es
motivo de orgullo que en México siempre hemos apoyado a quienes se encuentran
en desgracia, superando todo tipo de adversidad, sin duda, esa es una de las grandes
fortalezas que tenemos y nos define como mexicanos. Dicho lo anterior, sólo me
resta reiterar mi reconocimiento a estas dos grandes naciones, así como a las
personas que diariamente luchan por tener mejores condiciones de vida, a
quienes con acciones demuestran que cuando creemos y se trabajamos, podemos
lograr lo que anhelamos.
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