Salvador López Santiago
A través de la campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres, impulsada por el Secretario General de las Naciones Unidas en julio de 2013, se proclamó día 25 de cada mes como el “Día Naranja”, espacio en el que se promueve una cultura de la igualdad entre mujeres y hombres, así como de prevención de la violencia de género, fenómeno que de manera inverosímil e injustificable, continua vigente en México y el mundo.
Como parte de este movimiento, que involucra a sociedad y gobierno, se invita a la población en general a que utilice un listón o prenda naranja, asimismo, se hace el llamado para que edificios gubernamentales y de organizaciones de derechos humanos sean iluminados con luces de este color. El objetivo consiste en generar conciencia sobre lo importante que es combatir y erradicar cualquier tipo de conducta que trasgreda, límite o ponga en peligro el pleno ejercicio de los derechos y la integridad de mujeres y niñas.
Sobre el particular, me parece que existe una gran paradoja que nos impide alcanzar los escenarios anhelados. Si bien es cierto, que como nunca, la equidad e igualdad de género son temas medulares en la agenda nacional e internacional, también lo es que la violencia hacia las mujeres y niñas sigue siendo una realidad que nos lacera como sociedad.
En mi opinión, la incompatibilidad referida nos invita a la reflexión y por supuesto, a asumir compromisos desde nuestro entorno. Bajo esta tesitura, no podemos negar que en los últimos años se han alcanzado importantes avances en la materia, basta mencionar el fortalecimiento normativo que se ha impulsado en nuestro país, ejemplo de ello es la paridad de género establecida en la reforma político electoral de 2014.
En contraste, considero que es incuestionable el panorama de violencia que enfrentan las mujeres y niñas en México. Para ponderar la gravedad del asunto, cabe señalar que de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), el 70% de las mujeres mexicanas padecen (o han padecido) algún tipo de violencia en su vida.
Además, según información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de las mujeres de 15 años y más de nuestro país: 6 de cada 10 han padecido algún incidente de violencia, ya sea por parte de su pareja o de cualquier otra u otras personas; y 5 de cada 10 han sido agredidas por su actual o última pareja a lo largo de su relación.
Aunque hay más casos, los antes expresados nos permiten dimensionar la magnitud de la problemática, que dicho sea de paso, no puede ni debe ser concebida como normal, por el contario, siempre debe ser rechazada: no tiene ningún paliativo. A partir de estas consideraciones, creo firmemente que todos somos parte de la solución.
Estoy convencido de que la equidad e igualdad de género son elementos imprescindibles para transitar a escenarios de pleno desarrollo individual y colectivo, por ello, los invito a que seamos el cambio, y terminemos con la violencia contra la mujer. Desde nuestros hogares, centros laborales, escuelas y demás ámbitos de interacción, terminemos con este fenómeno que nos inhibe evolucionar como nación.
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“Día Naranja, espacio para sumar esfuerzos”
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