Salvador López
Santiago
Opinión
Después del desarrollo de los cómputos
distritales, es posible contar con resultados oficiales de las elecciones, por
lo que en días recientes diversos investigadores, autores, articulistas y
especialistas han abordado múltiples cuestiones relativas al balance de la
jornada electoral, las expectativas ante la nueva configuración de la arena
política e incluso de los posibles escenarios hacia las elecciones de 2018.
Aunque todas las aportaciones son valiosas y
oportunas, en la mayoría de ellas se ha dejado de lado un tema que
particularmente me parece de vital importancia, me refiero el papel que debemos
llevar a cabo como ciudadanía. Si bien es cierto que el nivel de participación ciudadana
fue el más alto de los últimos años (47.72% de la lista nominal), también lo es
que el papel de los 39.87 millones de ciudadanos que votamos, no termina con la
simple emisión del sufragio universal, libre y secreto.
En este orden de ideas, tanto las personas
que votamos como aquellas que decidieron no hacerlo y quienes anularon su voto
en las urnas, tenemos la importante tarea de constituirnos como fiscalizadores
permanentes de nuestros representantes, es decir, que el cargo de elección
popular no sea un instrumento que los coloque como soberanos, sino que más
bien, los convierta en verdaderos servidores públicos.
Bajo este contexto, en primer lugar debo
decir que aunque respeto la postura de aquellos ciudadanos abstencionistas o anulistas,
no comparto ninguna de las dos posturas debido a que, por un lado, a diferencia
de otras naciones del mundo, en el México contemporáneo hemos tenido
transiciones políticas sin que medien movimientos armados, golpes de Estado o
desestabilidad social, y por el otro lado, porque al anular el voto se
contribuye a la sobrerrepresentación y a que partidos con nula o mínima agenda,
conserven su registro nacional.
En el mismo sentido, considero que dejar de
participar en los procesos electorales es echar por la borda los sustanciales
avances que tenemos en la joven historia democrática de nuestro país, y peor
aún, es eliminarse como ciudadanos. No podemos negar la compleja realidad
social en la que nos encontramos inmersos pero estoy seguro que la apatía e
indiferencia, no son la solución.
Precisamente, desde mi punto de vista, la
gran reflexión estriba en esta última consideración, de ahí la importancia de
que la participación ciudadana se convierta en el medio por excelencia para hacer
asequible la trasformación social que requerimos como nación, uno en el que la
educación de calidad, seguridad, justicia, igualdad y equidad, sean una
realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario