Salvador
López Santiago
Opinión
En
palabras de Mahatma Gandhi (uno de los más grandes defensores de los derechos
humanos del siglo XX), “la grandeza de una nación y su progreso moral pueden
ser juzgados por la forma en que son tratados sus animales”, frase que se
encuentra revestida de una verdad y con la cual coincido plenamente, porque
como bien lo señala Albert Schweitzer (premio Nobel de la Paz en 1952),
"cualquiera que esté acostumbrado a menospreciar la vida de cualquier ser
viviente está en peligro de menospreciar también la vida humana".
Aunque no
existen cifras oficiales, se calcula que en México cada año mueren alrededor de
60 mil animales a causa de maltrato, situación indignante que bajo ningún
contexto debe ser concebida como normal ni como parte de la cotidianidad porque
si bien es cierto, los animales no cuentan con la capacidad de hablar, también
lo es que sí sufren el mismo dolor que una persona al recibir un golpe o una agresión.
De
acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la
Biodiversidad, México tiene la categoría de país “megadiverso”, es decir, forma
parte del selecto grupo de naciones poseedoras de la mayor cantidad y
diversidad de animales y plantas, casi el 70% de la diversidad mundial de
especies. Tenemos 564 especies de mamíferos, entre las que se encuentran
ratones, osos, tlacuaches, armadillos, venados, mapaches, conejos, gatos y
perros, estos últimos, acompañantes por excelencia del ser humano y sobre los
cuales quiero referirme en esta oportunidad.
Aunque
en el Distrito Federal, y en estados como Colima, Guanajuato, San Luis Potosí,
Jalisco, Puebla, Nayarit, Yucatán, Quintana Roo y Chihuahua, el maltrato animal
está tipificado como delito, en ninguno de los casos es considerado como grave,
llegando a tener penas risibles como la contenida en el artículo 297 del Código
Penal del estado de Guanajuato que a la letra dice: “Al que dolosamente cause
la muerte de un animal vertebrado, se le impondrá de diez a cien días multa y
de sesenta a ciento ochenta jornadas de trabajo en favor de la comunidad”, una
pena que además de ser insuficiente, deja de manifiesto un total desinterés por
el bienestar de los animales.
Aunado a
lo anterior, no obstante el esfuerzo incesante de diversas Organizaciones de la
Sociedad Civil y miles de personas preocupadas por combatir toda acción que
ponga en peligro, vulnere o lacere la integridad física y mental de los perros,
es una terrible realidad que diariamente conocemos de casos en los que son
golpeados, condenados al hacinamiento o abandonados en la vía pública. No podemos
ser indiferentes ante este tipo de conductas, por el contrario, debemos
contribuir a erradicarlas porque más que una mascota, debido a su lealtad,
cariño y alegría, los perros llegan a convertirse en verdaderos amigos e
incluso en parte esencial de nuestras familias.
Por
estas razones, reconozco públicamente a todas las personas que brindan un hogar
y cuidados a aquellos perros que de manera injusta han sufrido abandono, maltratos
e innumerables abusos. Sin duda, no hay mayor satisfacción que ayudar a un ser
noble en los momentos más complejos de su vida, porque además de ser lo
correcto, a ellos les permite un nuevo comienzo y a nosotros convertirnos en
mejores seres humanos.
Twitter:
@sls1103.
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