Salvador López
Santiago
Opinión
Esta
semana no puedo dejar pasar la oportunidad para hablar de uno de los días más
emotivos, nobles y significativos que hay en nuestro país, me refiero a la
celebración del Día del Niño, el cual fue instituido en 1924 por el entonces
Presidente, el General Álvaro Obregón Salido. De esta manera, gradualmente el
30 de abril se ha posicionado como una fecha emblemática dentro de nuestro
calendario cívico porque además de su valor intrínseco, representa la
oportunidad para evaluar la situación en que se encuentran las niñas y niños
mexicanos.
En
este orden de ideas, cabe mencionar que por imperio de ley, las niñas y los
niños tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades básicas (alimentación,
salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral, por
mencionar algunas de las más importantes). De ahí la importancia de que el
principio del interés superior de la niñez sea el eje rector del diseño,
ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas encaminadas a la
tutela de sus derechos.
En las
últimas décadas se ha buscado establecer una protección integral para las niñas
y niños, prueba de ello es la cada vez más vasta legislación en la materia,
destacando los siguientes ordenamientos jurídicos a nivel nacional: la Ley General
para la Protección de Niñas, Niños y
Adolescentes; la Ley para el tratamiento de menores infractores; la
Convención sobre los Derechos del Niño; la Convención Americana sobre Derechos
Humanos; el Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo sobre
Edad Mínima Laboral; y el Convenio 182 Organización Internacional del Trabajo
sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil.
A
pesar de que reconozco los esfuerzos que se han llevado a cabo para robustecer
la legislación en materia de protección de las niñas y niños, problemáticas
como la trata de menores, trabajo infantil, menores migrantes, obesidad
infantil, bullying, violencia familiar, abandono de menores y discriminación,
dejan de manifiesto que reformar la ley, crear nuevas leyes, suscribir tratados
y endurecer las penas no son suficientes, también es necesario que estas
medidas sean complementadas con una educación de calidad, ambiente familiar
sano, trato digno y esparcimiento de acuerdo a su edad.
Me
parece que como ciudadanos además de cuestionar y denunciar cualquier conducta
que vulnere o transgreda la esfera jurídica de nuestra niñez, también nos
corresponde contribuir en su solución, es decir, se trata de esfuerzos que
requieren el trabajo conjunto sociedad y gobierno. Por ello, estoy convencido
de que la mejor manera de celebrar es educando, cuidado y queriendo a nuestras niñas
y niños para que en un futuro sean personas con valores, productivas y honestas.
Ya
lo he dicho y hoy lo reitero, el 30 de abril representa la oportunidad de ser
mejores ciudadanos para que nuestras niñas y niñas vean en nosotros un ejemplo
a seguir, alguien en quien confiar y con quien contar, pero sobre todo, para
que tengan la posibilidad de desarrollarse con plenitud. Los grandes cambios se
construyen a partir de pequeñas acciones, por ello hago el llamado a que este
Día del Niño, desde casa iniciemos por cuidar a nuestra niñez –hijos, hermanos,
sobrinos, primos-, y así podamos brindarles un mejor futuro.
Twitter: @sls1103.
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