miércoles, 18 de noviembre de 2015

VERGÜENZA Y CULPA

Desde que tuve uso de razón aprendí que el sexo era malo; sin embargo, a medida que fui creciendo se despertó en mí el interés por practicar diversos juegos de este tipo, pero también el gran temor de ser descubierto.


El sexo lo descubrí en los animales, pero como era muy pequeño pensaba que me podrían lastimar si intentaba algo con ellos; por esa razón pensé que lo podía hacer con mis primas, por supuesto que busqué siempre la ocasión propicia para que mis papás y familiares cercanos no se dieran cuenta.


Busqué ganarme la confianza de mis primas diciéndoles que solo se trataba de un juego porque mi deseo de saber qué se sentía estar solo con una mujer era muy fuerte.


A una primera vez siguieron muchas más, hasta que este “juego” se convirtió en una obsesión, sintiendo mucha ansiedad de que llegara el fin de semana para repetirlo cuantas veces hubiera oportunidad. Esta situación duró hasta que un día fui descubierto por uno de mis hermanos, quien me regañó y me amenazó con decírselo a los papás de ellas.


Después de este suceso mi vida cambió porque empecé a sentir mucho miedo y bastante culpa, buscando alivio en la religión. Creía que haciendo mi primera comunión iba a sentirme mejor, aunque al sacerdote nunca pude contarle la verdad.


Tenía la firme convicción de que estas cosas jamás se las iba a comentar a nadie. Sentía mucha ansiedad dentro de mí; empecé a tener dificultades para dormir y a sentirme perseguido por alguien; además de mucha vergüenza ante mi familia por los actos cometidos porque finalmente mi hermano sí les comentó a mis papás lo que había hecho.


Antes de llegar al grupo me sentía muy mal cuando me encontraba con alguna de mis primas; me preguntaba si se acordarían de las cosas que había hecho o si ya las habrían olvidado.


Los terribles miedos que sentía, el insomnio permanente de muchas semanas y los lacerantes sentimientos de culpa que me atormentaban, me hicieron llegar al “Movimiento Buena Voluntad 24 horas de Neuróticos Anónimos”, cosa que no fue fácil por la vergüenza que me producía hablar de esas cosas personales ante los demás.


Los compañeros del grupo, desde que llegué me brindaron gran confianza, no me obligaron a hablar si no lo deseaba y cuando por mi propia voluntad decidí hacerlo, no se burlaron de mí, ni divulgaron esa parte de mi vida que me causaba tanto dolor y vergüenza.


Por el día de hoy, he dejado de sentir los miedos intensos que me paralizaban, el insomnio y las culpas que me atormentaban; en este memento sé que no puedo remediar el mal que hice en el pasado, pero puedo vivir en paz conmigo mismo y orientar mejor a mi familia.



VERGÜENZA Y CULPA

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