martes, 17 de octubre de 2017

MIS PENSAMIENTOS, ME DAÑARON

Desde niña fui muy callada, una niña muy quieta que solo podía hablar con mis padres, ya que eran los únicos con quien sentía confianza. En la escuela nunca hice ruido, ni hablaba con nadie, pasaba el tiempo pensando como poder llevarme con los demás, pero mi seriedad ganaba. Fue tanta mi timidez que prefería encerrarme en casa para evitar conversar con la gente o que me preguntaran sobre mi vida, me aterraba la idea de estar en lugares concurridos por eso me aislaba.


Con forme fui creciendo fui buscando amistades que fueran igual que yo pues pensaba que con ellos no tendría que hablar tanto y además no me invitarían a lugares donde hubiera gente, un día salí con mi única amiga y por primera vez probé el alcohol; ahí descubrí esa sensación de alegría y felicidad cuando ingería esa bebida y me gusto.


Por mi manera de ser creí firmemente que mi familia tenía que hacer lo que yo decía; me irritaba por todo, incluso con mis hermanas, no me gustaban sus actitudes y sentía odio hacia ellas, sentía que mi mama las quería más que a mí.


Ya casada estas actitudes continuaron con el esposo, en más de una vez quise golpearlo, cuando me enojaba con el desquitaba el coraje con mis hijos y si mi esposo no llegaba a comer yo los dejaba sin comer también a ellos. Cuando el tomaba yo le robaba su dinero, y le decía que en su trabajo se lo quitaban sin importarme las consecuencias que esa actitud pudiera provocar.


Hasta que un día empecé a padecer de los bronquios, la falta de aire me irritaba y aumento mi malestar hacia mi familia. Hasta que fui con los doctores, me diagnosticaron asma, había ocasiones que me ponía mal y para controlar las crisis me daban pastillas e inyecciones, al principio sentía que si me ayudaban pero llego el momento que el asma se agudizo.


Mi esposo escucho el mensaje del “Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos”, en un hospital en donde se comentaba que el asma tenia cura. Muy a pesar de todo me resistía a aceptar la ayuda del grupo, pero el sufrimiento ya era insoportable y finalmente me decidí a asistir a la terapia de recuperación.


Lo que desde un principio me agrado, fue el conocer a otras personas con síntomas parecidos a los míos. Pasando un tiempo y con la paciencia y ayuda de mis compañeros, me empecé a sentir bien y muchos de mis problemas y preocupaciones empezaron a mejorar.


El día de hoy sigo asistiendo a la terapia del movimiento y con la cual puedo generar deseos de mejorar, en algunos aspectos de mi vida.


 



MIS PENSAMIENTOS, ME DAÑARON

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