miércoles, 24 de febrero de 2016

La discriminación inhibe nuestro desarrollo

Salvador López Santiago


Para nadie es un secreto el complejo panorama que como sociedad enfrentamos en distintos ámbitos, desde aquellos relacionados con la economía nacional, seguridad pública, ausencia de credibilidad en las instituciones y falta de acceso a la justicia, hasta cuestiones relativas al maltrato infantil, mínimas oportunidades laborales para los jóvenes, debilitamiento del sistema de salud y marcadas carencias en materia de vivienda, por mencionar algunos.


Si bien es cierto que todas son graves e incompatibles con un país que se ostente como democrático y que cada una impone grandes retos para población y gobierno, también lo es que antes de buscar delimitar e impulsar propuestas que contribuyan a su erradicación, resulta indispensable concentrar esfuerzos para terminar con tres grandes males que detienen nuestro desarrollo individual y colectivo, me refiero a los prejuicios y estereotipos producidos por la discriminación.


Cabe señalar que la discriminación es considerada como una práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido a determinada persona o grupo, que a veces no percibimos, pero que en algún momento la hemos causado o recibido. Es increíble pero en pleno siglo XXI, todavía es común conocer de casos en los que se excluye, vulnera o limita a una persona a través de conductas de intolerancia.


Para dimensionar el impacto que la discriminación tiene en México, cabe señalar que según cifras del CONAPRED, no tener dinero, la apariencia física, la edad y el sexo, son las condiciones más identificadas por la población que ha sentido que sus derechos no han sido respetados por esas mismas causas. Además, tres de cada diez personas que pertenecen a alguna minoría religiosa consideran que los principales problemas que han enfrentado son el rechazo, la falta de aceptación, la discriminación y la desigualdad.


Por si esto no fuera suficiente, cuatro de cada diez personas manifiesta que no estarían dispuestos a permitir que en su casa vivieran personas homosexuales; cuatro de cada diez consideran que se respetan poco o nada los derechos de las personas homosexuales, migrantes e indígenas; y por otro lado, personas de nivel socioeconómico medio alto/alto consideran que los derechos de las personas con discapacidad no se respetan.


Lo anterior, deja de manifiesto que a menudo nos enfrentamos a marcadas inequidades, evidentes injusticias e inconcebibles arbitrariedades, situación ante la cual no podemos ser omisos. Hoy, es crucial que comencemos un cambio desde nuestras conductas cotidianas, a través de un comportamiento en el que las injurias, los insultos y las descalificaciones, así como las expresiones despectivas y discriminatorias, se erradiquen por completo.


El reto es mayúsculo debido a que en menor o mayor medida, todos hemos incurrido en alguna de dichas conductas u otras de igual naturaleza, lo cual representa una gran área de crecimiento -personal, familiar, social, profesional, académico, etcétera-. En este tenor, me parece que para poder alcanzar un pleno desarrollo individual y colectivo, es imprescindible erradicar por completo cualquier acto de discriminación, pues de no hacerlo, difícilmente podremos alcanzar escenarios de bienestar óptimos.


Twitter: @sls1103



La discriminación inhibe nuestro desarrollo

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