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Jairo Garzón Montaño
Opinión
Estoy convencido de que México está llamado a ser un país más competitivo, que genere las condiciones idóneas para asegurar un buen clima de negocios y un mayor flujo de capitales en beneficio de las y los mexicanos. Para ello, es indispensable consolidar nuestro mercado nacional ante el mundo y promover aún más, la integración de las cadenas productivas de las pequeñas y medianas empresas.
El valor agregado nacional de las exportaciones debe aumentar, a través de acciones de carácter transversal, sectorial y regional, que nos permitan tener una economía moderna, audaz y de avanzada, que dinamice la inversión pública, privada y social en infraestructura, capital humano, capacitación laboral y formación de competencias a emprendedores. Llevando a cabo estas acciones, estoy seguro que tendremos un país más productivo, mano de obra más calificada y un sistema financiero que responda a las necesidades regionales del país.
Existen desafíos que debemos atender, muestra de ello son los resultados del “Índice de Competitividad Internacional 2015-IMCO: transamos y no avanzamos”. En este ejercicio se estimó que anualmente se desarrollan más de 200 millones de pequeños actos de corrupción, los cuales producen un impacto negativo superior al 10% del Producto Interno Bruto.
A pesar de que avanzamos del lugar 37 al 36 de 43 países, persisten rezagos en directrices como Estado de Derecho; sectores precursores de clase mundial y sociedad incluyente, preparada y sana. Presentamos menor estabilidad política, se dedujo nuestra posición en espacios clave como protección arancelaria, seguridad en internet y calidad de transporte intraurbano, es decir, contamos con salarios formales insuficientes, crecimiento de las actividades mercantiles limitadas y carencia de fomento económico que impulse el desarrollo nacional.
El diagnóstico no es alentador, sin embargo, deja de manifiesto diversas áreas de oportunidad para robustecer el Sistema Nacional Anticorrupción, profesionalizar el sistema policiaco, diseñar y ejecutar diversos mecanismos e instrumentos para una política nacional de fomento económico a proyectos con potencial productivo y de negocios idóneos para la creación, operación y crecimiento del sector privado y social.
Aunado a esto, tenemos que llevar acabo estrategias para adecuar el Sistema Nacional de Salud de acuerdo a nuestro perfil epidemiológico, reducir el costo del sistema electoral, crear políticas para promover energías limpias, lograr finanzas públicas responsables y sanas, pero sobre todo, superar los pendientes en materia laboral, crear un sistema de seguridad social universal, financiar a las pequeñas y medianas empresas a través del mercado de capitales y enfocar inversión pública en investigación y desarrollo hacia la demanda.
Las experiencias exitosas de países competitivos, presentan altas tasas de crecimiento económico; un clima favorable a la inversión; mano de obra calificada; disponibilidad de infraestructura carretera, aérea y marítima; accesibilidad a las telecomunicaciones y un marco jurídico adecuado para las actividades económicas. No tengo duda de que vale la pena hacer todo lo necesario para incorporarnos a la rápida dinámica económica de los mercados globales, construir condiciones de seguridad, crecimiento económico y asegurar el pleno ejercicio de los derechos humanos. Ante tal reto, es indispensable que hagamos un uso eficiente de nuestros recursos financieros, tecnológicos, humanos y naturales.
Se trata, como ya lo he dicho en diversas colaboraciones, de democratizar la productividad y el desarrollo, en beneficio de estas y las próximas generaciones, para que gocemos de mejores estadios de crecimiento sostenido y desarrollo social y humano.
Twitter:@jairogarzonm
#Opinión Aspiramos a un México competitivo, libre de corrupción
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