Jairo Garzón Montaño
Opinión
No tengo duda de que la pesca y la acuacultura son dos actividades prioritarias para diversas zonas del país y para el estado de Oaxaca, debido a que generan una gran cantidad de empleos, ingresos y alimentos para la población, gracias a estas trabajos, muchas familias han mejorado sus condiciones de vida y diversificado sus expectativas de crecimiento laboral y personal.
Para dimensionar su importancia para la economía nacional, basta mencionar que de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el Producto Interno Bruto pesquero tuvo un crecimiento de 9%, lo cual, la posicionó como uno de los subsectores con mayor crecimiento entre las actividades primarias del país. Además, tan sólo en el 2015 se registró una producción de un millón 75 mil toneladas de pescados y mariscos, 82% correspondieron a captura y 18% a acuacultura.
A pesar de los resultados positivos, persisten diversos retos que a la brevedad deben ser atendidos por las autoridades, entre ellos, destaca la sobreexplotación de especies, el poco apoyo gubernamental para que pescadores y cooperativas puedan renovar su flota; la captura de ejemplares en grave peligro de extinción y el desconocimiento administrativo para el debido procesamiento, comercialización y exportación de sus productos.
Es evidente que en nuestras costas oaxaqueñas ya es una realidad la depredación de la tortuga, el saqueo de sus nidos y el despojo del hábitat de algunas especies como el camarón, la tilapia, los túnidos, el pulpo, la sardina, la trucha, el tiburón, la langosta, el ostión y el abulón.
Frente a este escenario poco alentador, es de vital importancia la necesidad de discutir e implementar diversos mecanismos que promuevan el aprovechamiento racional y sustentable de nuestros recursos pesqueros, de no hacerlo, no estaremos contribuyendo al equilibrio ecológico y a la conservación o preservación de especies endémicas y nativas del estado.
Existen diversas iniciativas y experiencias nacionales e internacionales que dejan de manifiesto la efectividad de establecer polígonos de aprovechamiento. Estas concesiones, son entregadas a pescadores y cooperativas con beneficios específicos como ampliar la conservación de especies, aprovechar de mejor manera las poblaciones por zona y fomentar la reproducción de especies por temporada.
Todavía estamos a tiempo de proteger las agregaciones de desove, sus sitios de reproducción con políticas de manejo y sus rutas de migración. Pese a su importancia ecológica y económica, conocemos poco de sus procesos de natalidad y mortalidad, su comportamiento y número de población, que quede claro, al proteger estos bancos estaremos contribuyendo a la seguridad alimentaria y al equilibrio ecológico de diversas cadenas productivas.
Hago votos para que las autoridades, lejos de ser indiferentes y omisos, sean responsables e impecables en la tutela del Estado de Derecho en lo relativo a la captura ilegal de especies, de no hacerlo, estarán afectando el sustento de muchas familias oaxaqueñas. Pongamos a disposición de nuestro capital natural, nuestro conocimiento y tecnología para aprovechar de manera sustentable, sostenible y responsable los recursos pesqueros que poseemos, más cuando se trata de la pesca y la acuacultura que tienen un impacto social que contribuye a la mitigación de la pobreza y la seguridad alimentaria del país.
Implementando estas recomendaciones, estoy seguro de que el consumo per cápita de los productos del mar aumentará y se traducirá en empleos bien remunerados, la apertura de nuevas cooperativas y la instrumentación de más proyectos a emprendedores que impulsen la invocación, competitividad y proyección de la pesca y la acuacultura en los mercados nacional, regional e internacional.
Twitter:@jairogarzonm
Oaxaca y su vocación pesquera
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