Jairo Garzón Montaño
Opinión
La figura de Belisario Domínguez, representa un símbolo de la libertad de expresión, ejemplo de que ningún legislador debe ser callado por defender a su pueblo y un compromiso total con la vida del parlamentarismo mexicano.
Desde 1953 de manera anual e ininterrumpida se entrega a los mexicanos servidores a la Patria y la humanidad en grado de eminencia, por sus aportes a la ciencia, cultura, tecnología y desarrollo del país. La han recibido personajes de la magnitud de María Rosaura Zapata Cano, Gerardo Murillo, María Cámara Vales Vda. de Pino Suárez, Carlos Fuentes, Miguel Ángel Granados Chapa, Ernesto de la Peña Muñoz y Andrés Henestrosa, -entre otros-.
Por lo anterior, no es casual que lleve su nombre el órgano especializado del Senado de la República, encargado de realizar desde hace 29 años, investigaciones estratégicas para el desarrollo nacional, es decir, en este Instituto se discuten los asuntos más trascendentes para el país.
Belisario Domínguez fue un hombre como muchos mexicanos, sensible a las necesidades, cercano a la gente y solidario con los más necesitados, disfrutaba recorrer Comitán Chiapas, para curar a los enfermos que no tenían dinero. Es modelo indiscutible de compromiso, valor y heroísmo ciudadano; encarna la libertad de expresión, valor fundamental en la democracia y principal legado de quien defendió con la palabra libre al otro México. Como Senador de la República, siempre mostró en sus pensamientos, actos y palabras, oposición a la dictadura de Victoriano Huerta, llamándolo asesino y desequilibrado mental. En sus discursos exigía se respetara al pueblo y con voluntad siempre buscaba superar las desgracias por la que México pasaba.
De manera cobarde, el 7 de octubre de 1913 fue asesinado; Aurelio Urrutia le cortó la lengua y se la envío de regalo al Presidente, -hecho que los últimos años ha generado controversia pues algunos historiadores aseguran que fue una bala quien destrozó esta parte de su cuerpo-. Antes de morir les dijo a sus infractores, “cumplan con su deber, pues si cien vidas tuviera para el triunfo de mi causa, con todo placer las daría”.
Este año la ceremonia de entrega de la medalla Belisario Domínguez, se realizó en la vieja casona de Xicoténcatl; al acto asistieron los Presidentes de la Cámara de Diputados, del Senado de la República, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el mandatario Enrique Peña Nieto. Este año, se resolvió otorgarla al empresario Alberto Baillères González, fundador de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Fundación Mexicana para la Salud; impulsor de la educación a través del Instituto Tecnológico Autónomo de México y generador de miles de empleos en México y el extranjero.
El galardonado dijo en un emotivo discurso, que admitía que el único gesto para recibir la medalla es su gran amor por México, que es lo que lo mueve y lo ha movido siempre; que a lo largo de su vida ha sostenido que la riqueza material es un medio no un fin y cuando esta riqueza se invierte en el país puede servir a la trasformación de México.
Asimismo, recordó que cuando hay visión compartida, diálogo, voluntad y amor por México, es posible lograr los cambios que hasta hace poco eran impensables, que nuestro país está llamado a la grandeza y que el siglo XXI será el siglo de México. Carlos fuentes ya lo decía “Mientras que para Belisario Domínguez, la palabra y la acción caminaban de la mano en días de sol y noches turbias, para don Manuel la creación, fortalecimiento y consolidación de las instituciones iban a la par de un México Mejor”.
Me sumo a este reconocimiento de espíritus libertarios, guiados por los valores de la Patria, para los oradores nos recuerda cada día de nuestra de vida, que no importa la trinchera en la que estemos, siempre sobrarán motivos para servir fielmente a la nación; hoy más que nunca, no debemos olvidar que “si cada uno de los mexicanos hiciera lo que le corresponde, la Patria estaría salvada”.
Twitter:@jairogarzonm
#Opinión Medalla Belisario Domínguez 2015: Alberto Baillères
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