Salvador López Santiago
La democracia es una forma de gobierno a través de la cual se manifiesta el poder del pueblo, es decir, que las decisiones sobre asuntos públicos y de interés general se toman por lo que determine la mayoría, cuestión que es cumplida parcialmente por el andamiaje jurídico y prácticas políticas actuales, pues como lo refiere Jean-Jacques Rousseau, en los tiempos modernos no ha existido ni existirá una democracia verdadera.
En este sentido, actualmente es prácticamente es imposible encontrar una democracia que atienda al origen etimológico de la definición -ese poder que emana del pueblo-, en virtud de que sería necesario satisfacer una serie de condiciones entre las que destacan: la posibilidad de reunir a todos los habitantes de un territorio determinado o bien que toda la ciudadanía contara con los mismos derechos y prerrogativas, lo cual difícilmente podría garantizarse en nuestra época.
Por lo anterior, no es casual que en las últimas décadas, la mayoría de los Estados Nación hayan transitado de una democracia directa a una representativa, tal es el caso mexicano en el que si bien ejercemos el sufragio universal de manera directa, libre, secreta e informada (o al menos así debería ser), son nuestros llamados representantes populares los que llevan a cabo la conducción la política nacional.
Además, de manera infortunada, en los últimos años el concepto de democracia ha sido utilizado indistintamente en diversos ámbitos de las sociedades del mundo, desde los políticos y jurídicos, hasta cuestiones de desarrollo social, equidad e igualdad. Es decir, le han sido adjudicadas múltiples cargas, que no siempre corresponden a su naturaleza, de ahí el desencanto generalizado entre la población de países como el nuestro.
En este orden de ideas, resulta paradójico ver como a pesar de la manera tan recurrente con que se habla de democracia, lejos de generar consensos y acuerdos respecto a su significado, objetivos y características, lo que prevalece es la desinformación y confusión. Lo anterior hace que casi de manera automática, la población comience a adjudicarle gran parte de las carencias que padecen, entre las que destacan la pobreza, la inseguridad, la falta de un hogar digno, el no tener acceso a atención médica, entre otras, cuando en verdad no es algo que le corresponda a la democracia.
Aunado a lo anterior, ha habido una serie de expectativas adoptadas erróneamente a su alrededor, por ejemplo, equivocadamente se creía que traería riqueza; y que garantizaría el surgimiento de mecanismos de inclusión y cohesión social, como si se tratara de una de vida y no de una forma de gobierno, es ahí donde surge gran parte del desencanto.
Ahora bien, aunque en el sistema político mexicano todavía hay mucho por hacer, como todo proceso humano es susceptible de perfeccionarse, por ello considero que contamos con los elementos para poder considerarnos como una democracia real y efectiva, basta señalar que en el pasado proceso electoral se registró el mayor número de participación ciudadana y que cada vez más, la paridad de género es cumplida.
Twitter: @sls1103
“Comprender y reflexionar sobre la Democracia”
No hay comentarios:
Publicar un comentario