Hugo Pacheco
Cual raíces de un mismo
bosque entrelazadas por su origen elemental, así se unen las 15 obras de arte
que esta carpeta contiene. Inseparables desde su creación, los grabados de
siete jóvenes artistas y siete maestros de amplia trayectoria, hoy convergen
para darle vida a una costumbre atávica, que tras dos siglos de practicarse,
forma parte de la riqueza cultural huajuapeña: La matanza.
A través de la técnica del
linóleo y la xilografía, estos grabados, forjados entre la magia de los sueños
y la crudeza de la realidad, son dueños de un significado cultural que
trasciende la tinta y el papel.
Como nunca antes se había
visto en la “Tierra del Sol”, la juventud de José Silverio, Daniel Ortiz, Erick
Vázquez, Aldo Sánchez, Itzamari Castro, Daniel Luis H. y Álvaro Medina, se ha
unido con la maestría de Shinsaburo Takeda, Irving Herrera, Humberto Valdez,
Enrique Pérez, Rigoberto Martínez, Daniel Salazar y Venancio Velasco; logrando crear
la primer gran obra gráfica en torno a la matanza, cuya esencia ha encontrado
su guarida en la percepción de quien las admira.
Cada grabado conserva la
pureza conceptual con que fue concebida, sea desde una imagen costumbrista
captada en plena faena, hasta una marcada utilización de simbolismos que rozan
con lo surreal, provocando en su audiencia mil traducciones en torno a los
cuernos, las pieles y el clamor de este animal que por siglos ha provisto de
alimento a la raza mixteca.
La obra que da pie a la
carpeta se titula “Piel como manto”, cuya imagen presenta a dos niños al lado
de su madre, quien casi con ternura, acaricia la frente de un chivo de larga
barba y cuernos ligeramente caídos, uno de ellos, sostenido con ímpetu por el
hijo mayor, que sonríe plenamente. En tanto, detrás de la familia, se yergue
una enorme figura humana que cubre o protege o revela a estos personajes el
mundo mágico y crudo, natural y humano, de la matanza.
Esta obra es tan sólo la
carta de presentación de un cúmulo de talento y riqueza invaluable contenida en
la carpeta, de la cual se han elaborado 30 copias para su distribución por
Oaxaca y cualquier estado que desee conocer esta tradición convertida en arte.
Este logro es fruto del
arduo trabajo y compromiso de los jóvenes, emanados del taller de gráfica “Juan
Alcázar”, del Museo Regional de Huajuapan (MUREH), que recibieron el apoyo
incondicional de Manuel Barragán Rojas, presidente del patronato de dicha
institución, y la confianza de los grabadores experimentados, quienes lograron
percibir la relevancia histórica y cultural de esta obra.
Marginado de aportaciones
económicas, como sucede en la mayoría de municipios oaxaqueños, este proyecto
habría sido imposible sin el apoyo del presidente municipal de Huajuapan de
León, Luis de Guadalupe Martínez Ramírez, quien confió en lo que hace año y
medio se resumía en una idea, misma que hoy se ha convertido en un trozo
invaluable de arte puramente huajuapeño.
Sí, de arte, mismo que una
vez más se convierte en el lenguaje común en que los jóvenes, al lado de grandes
maestros como Shinsaburo Takeda, han logrado cristalizar con su visión el
éxtasis de una costumbre, cuya devoción, realismo y fantasía entremezclados,
encarnan la verdadera identidad de Huajuapan.
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