Hace poco, en el seminario diocesano con motivo del día de Santo Tomás de Aquino, se tuvo una disertación sobre las características la cultura actual. Postmoderna o hipermoderna o como se le quiera llamar la cultura actual posee cosas muy positivas y conlleva debilidades asombrosas.
“Son de alabar, escribió el Papa, los avances en el ámbito de la salud, educación y comunicación” (EG 52). Son avances que merecen reconocimiento. Pero, una de las cosas que lamentamos es que la cultura actual privilegia lo inmanente y pierde, paulatinamente, lo trascendente. El Papa al describir este fenómeno dice que “en la cultura actual lo que predomina es lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio” (EG 62). Eso nos ha convertido en egoístas a ultranza; lo inmanente.
¿Qué significa que perdamos lo trascendente? Lo trascendente es que veamos más allá de inmediato. Que veamos la relación que tiene el mundo con alguien que no se ve, pero que existe. Eso ya no lo vemos. Se está perdiendo el sentido trascendente que tiene el mundo y el hombre. No es lo mismo ver al humano como objeto de ganancia inmediata que verlo como hijo de Dios. Lo primero es lo inmanente; lo segundo, lo trascendente.
Cuando se pierde el sentido de Dios, el trascendente, acabamos por perder nuestra dignidad y desvalorizamos a los demás. Antes se tenían armas en los hogares y se ocupaban para la cacería; quizá en defensa propia. La gente sabía que utilizar un arma para victimar a un cristiano era pecado. Ahora, cuando se ha perdido el sentido de Dios, el trascendente, cualquier cerrón en la carretera es ocasión para sacar la pistola y matar.
Es evidente que las comunidades católicas estén perdiendo el sentido de la trascendencia. Cuanta gente aprovecha la ocasión para los deportes, los gallos, los toros, las carreras de caballos en las fiestas de los pueblos o en el mismo Huajuapan y dejan al margen el visitar a la imagen o el participar de la Eucaristía. No les interesa el trascendente, ni le temen. Se ha perdido una relación con el trascendente.
La trascendencia nos lleva a ver más allá de lo inmediato. Ver al hombre o a la mujer, pero verlos con la sacralidad que tienen porque son mis padrinos, por ejemplo. Al padre o a la madre se le trata muy bien porque es representativo del Señor. Cuando se tiene vivo el sentido de la trascendencia la persona se humaniza. Cuando no, se deshumaniza. El temor de Dios es como un paraíso de bendición; protege más que toda gloria” Eclesiástico 40, 27.
A los padres de familia les está dejando de interesar el sentido de Dios. Les interesa que sus hijos tengan cosas materiales. Que tengan Tablet, carro, ropa, comida. Muy pocos son los padres de familia que educan en la fe, que dan ejemplo de oración, de servicio al semejante, de honradez. ¿Qué padre de familia les dice a sus hijos y a su esposa al iniciar el día vamos a hacer oración? Puras cosas materiales y pasajeras. Les dan todo lo que piden. “Cría cuervos y te sacaran los ojos”.
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