Opinión
Los accidentes de tránsito no son cuestión de buena o mala suerte, por el contrario, son producto de errores humanos, imprudencias y la falta de respeto a los reglamentos en la materia. Para dimensionar la gravedad del asunto, basta señalar que según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año provocan la muerte de alrededor de 1,24 millones de personas en todo el mundo, de las cuales el 50 % son usuarios vulnerables de la vía pública, es decir, peatones, ciclistas y motociclistas.
El propio organismo internacional refiere que las lesiones causadas por accidentes de tránsito son la principal causa de muerte en el grupo de 15 a 29 años de edad y que entre 20 millones y 50 millones de personas sufren traumatismos no mortales (cuarta causa de discapacidad a nivel mundial). Además del dolor y sufrimiento que producen, están las enormes pérdidas económicas para las víctimas y sus familias e incluso a las propias haciendas de los Estados.
En nuestro país, de acuerdo con el Centro Nacional para la Prevención de Accidentes (Cenapra), en 2012 fallecieron 17 mil 102 personas a consecuencia de lesiones causadas por el tránsito. Esta cifra es 11.4 % mayor a lo registrado en 2007; sin embargo, este aumento debe entenderse en relación con un incremento de 30.8 % en el número de vehículos registrados en circulación. De ahí la importancia de instrumentar las políticas públicas que atiendan el principal problema -la ignorancia, imprudencia e indiferencia de conductores, peatones y autoridades públicas-.
Las cifras dejan de manifiesto que los accidentes de tránsito, lejos de ser producto de fallas mecánicas o el mal estado de la infraestructura carretera, surgen por desatenciones y negligencias. Es inverosímil pero en gran medida tienen su origen en pésimos y arraigados hábitos al conducir, entre los que destacan: manejar a exceso de velocidad, bajo el influjo bebidas alcohólicas e incluso drogas, utilizar teléfonos celulares, ignorancia o indiferencia de lo dispuesto en los reglamentos de tránsito, y sin duda, la nula o inexistente cultura vial que subsiste en México.
Bajo este contexto, es fundamental promover una cultura vial y peatonal efectiva para que desde nuestros primeros años todos contemos con las herramientas que nos permitan ser conductores y peatones responsables, es decir, ser una sociedad que utilice de manera segura y adecuada las vialidades públicas. Hoy, más que nunca, se requiere de acciones precisas para prevenir los accidentes viales, y estoy convencido de que cada uno de nosotros puede contribuir para ello.
Twitter: @sls1103.
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